Después de un encuentro caliente en una fiesta de amigos, la esposa de mi vecina tenía un ardiente deseo de explorar sus fantasías más salvajes.Ella ansiaba el fruto prohibido del sexo anal y sabía exactamente quién podía satisfacer su anhelo - ¡yo!Hicimos planes para encontrarnos en un hotel, lejos de los ojos indiscretos.Al entrar en la habitación, la anticipación se colgó gruesa en el aire.Era una zorra impresionante, con un atractivo irresistible que era imposible resistirse.Me di el gusto con entusiasmo, cayendo de rodillas y lamiendo con mi lengua.Sus gemidos resonaban por la habitación, un testimonio del exquisito placer que estaba entregando.Fue un festín por los sentidos, un sabor tentador de lo que vendría.Pero ese era solo el aperitivo.El curso principal aún no se había servido: una sesión caliente de sexo anal que nos dejaría a ambos sin aliento.
